miércoles, 19 de diciembre de 2012

Pedacitos de un verano (III)

[Marta] Blusa: Mango  [Elena] Peto corto: Stradivarius
[Elena] Camiseta: Blanco / Chaleco: Pull&Bear / Sandalias Azules: Stradivarius (foto siguiente)
[Marta] Blusa de rayas: Naf Naf
[Elena] Peto largo: "mercadillo de Medina de Pomar" (?)
[Marta] Blusa de volantes: Fórmula Joven

¡Buenas gente! 
Por fin termino con las fotos del verano de 2011, como veis fue un verano muy fotográfico, pues hicimos varias sesiones, a cada cual mejor, a mi parecer. Esta última es fruto de una de esas tardes en las que dijimos de repente: "Qué, ¿Y unas fotos ahora?". Y así, en un titá se fueron Elena y Marta a coger conjuntos (alucinante cómo se ponen de acuerdo, hay en fotos que parecen hermanas, gemelas incluso me ha dicho mucha gente) y a última hora de la tarde, con la luz que más me gusta a mí sacar, fuimos al río de Medina, dónde también sacamos las fotos de la primera sesión de este verano, con Itzi y Elena (el post "Pedacitos de un verano", que gustó mucho). Yo me quedé muy satisfecho con el resultado, espero que opinéis lo mismo y que os gusten.

Gracias por leerme,



miércoles, 12 de diciembre de 2012

Effy

Fotos del 1 de Octubre del 2011, en la Plaza Bizkaia (Bilbao), con  flash externo, como se puede apreciar.

Hoy es 12-12-12. Una fecha exacta que, seguramente, no volvamos a vivir, vivos. Qué mejor día que hoy para cumplir algo que llevaba prometiéndole durante algunos días.
Nainai del Paraguay, Effy, McHelados, Hoyu, Naiinside, Naiu... En la última temporada, le he podido llamar o identificar con muchos pintorescos nombres, jeje. Pero lo que debo decir, es que Naia, la amiga, ha seguido ahí como siempre.
Hablé en un post anterior de las 5 personas irreemplazables en mi vida, los 5 amigos que son para siempre. Naia es una de esas personas, desde ese lejano entonces dónde nos tirábamos bolígrafos en clase de Euskara en 4º de la ESO.
Y lo mejor de tener a esas 5 personas es saber qué, aunque pase un tiempo con menos relación, aunque la distancia sea un obstáculo continuo, uno tiene la certeza de que en cualquier momento puede llamar a esa persona, y contar con ella al instante.
Brindo por eso, en el día del fin del mundo, porque aunque sea este día, nuestras risas, nuestra confianza, nuestro cariño, no se ha acabado.

Gracias por leerme,


sábado, 1 de diciembre de 2012

Una historia sobre el paso del tiempo


A Paco le encantaba el chocolate con churros. Pero no en cualquier parte. Tenía la costumbre de ir todas las tardes a la cafetería Rondas de la plaza Moyua a tomar su chocolate con churros. Empezó a hacerlo hace unos diez años, en septiembre de 1927, cuando su mujer empezó a enfermar. Cuando eran jóvenes, a ella le encantaba que él la llevara a tomar chocolate con churros a esa cafetería. Para ella, esos eran no solo los mejores churros de Bilbao, sino de todo el mundo. Cuando murió, Paco estaba tan acostumbrado a dirigirse a ese lugar a la misma hora todos los días, que siguió haciéndolo.
Solía ir a eso de las 17 horas. Nada más llegar, saludaba a Carlos, el veterano camarero. Se sentaba siempre en el mismo sitio. Tenía una suerte nata, pues la cafetería hacía esquina en una de las calles que rodeaban la plaza, y Paco siempre llegaba cuando la mesa del ventanal de esa esquina estaba libre. De esta manera, Paco podía observar todo lo que sucedía en la plaza, a la vez que ver todo lo que ocurría dentro de Rondas. Y así, se pasaba toda la tarde con la docena de churros, observando a un lado y a otro, interior y exterior. A veces, tenía que pedir que le volviesen a calentar el chocolate, pues se le quedaba frío, y Paco aborrecía las cosas frías.
Pero en los últimos meses, Paco tenía otra razón para ir a Rondas a tomar su chocolate con churros.

Era un día como otro cualquiera. Paco miró el reloj: las 18:28. Alzó la vista hacia la puerta de entrada, que se abrió en ese instante. Y entró ella. Recordaba la primera vez que la había visto: hace dos meses, exactamente. Una chica de unos 25 años, muy delgada y de tez nívea, vestida con un abrigo de piel y guantes en las manos, que entró caminando decidida pero con la cabeza gacha, y se sentó en la otra esquina del local, enfrente de Paco. Pedía un vaso de agua, se quitaba los guantes y dejaba que su vista se perdiera mirando por el ventanal, hasta las 19:28. Volvía a ponerse los guantes, bebía el vaso de agua de un trago, y se marchaba rápidamente de la cafetería, dirigiendo una mirada de adiós disimulado a Carlos.
Las primeras semanas, la mujer miraba nerviosa el reloj una y otra vez, cómo esperando a alguien, pero ese día, ni esa semana, ya no miraba nada. Solo se sentaba, y al de una hora exacta, abandonaba Rondas. Por eso, ese día Paco decidió hacerle la tarde un poco más cómoda. Pidió a Carlos que le sirviera un chocolate con churros todos los días, y lo cargara a su cuenta. La mujer se volvió sorprendida hacia el camarero que le llevó la bandeja, y este señaló en dirección a Paco. La mujer le miro con una expresión entre sorpresa y desconfianza en el rostro, pero acto seguido sonrió y asintió, en forma de agradecimiento. Se comió los churros y bebió el chocolate con ganas. Después, siguió mirando por la ventana.
Desde ese primer día en el que la mujer entró, Paco no dejó de contemplar su mirada, que se perdía a través del ventanal. Esa mirada de ojos oscuros y profundos, que veía pasar el tiempo, la vida, con paciencia y desesperación mezclada, como nunca antes se había visto.

Pero un lluvioso día de otoño, ella no apareció. Nadie entró por la puerta de Rondas a las 6 y 28 de esa tarde. Ni en ese día, ni nunca más.
Paco seguía yendo todos los días a la cafetería, y no apartaba la mirada de la puerta en toda la tarde. A veces, daba un bote creyendo que era ella. Pero no, ninguna de las que entraba tenía ese andar, ni esa piel.
Un día, cuando Paco se despedía, Carlos le dijo:
-¿Al final volvió, sabes?- Paco puso cara de extrañeza, sin saber de qué le hablaba el camarero.-El marido de Cristina, finalmente volvió sano y salvo de la guerra.

Ese fue el último día que Paco fue a Rondas. A partir de ese día, decidió ocupar su tiempo con otra cosa, como coleccionar coches de miniatura.

FIN

Iñigo Zugadi Humayor